El ala rota, fue el inicio de la historia, aunque a quien se quiere engañar cuando se trata de una majestuosa ave, acostumbrada a las alturas, a los retos, a que nada le detenga ni el clima más inclemente, nada.
Un accidente causado, para que las manos amables, fueran capaces de recoger bajo su amparo al herido.
Manos que proporcionaron calor, curación, alivio. Sin embargo, si el ave quiso ser atrapada en su regazo, fue sencillamente porque así lo decidió, no había motivos para esperar la compasión ajena; pero así lo buscó. Le vio desde las cumbres y le eligió para ser quien le sanara.
Para alguien acostumbrado a volar hasta el cenit, esto no podía durar demasiado, en cuanto su ala se recupero, aun con todo lo bien que se sentía en su nuevo hogar, las cúspides le llamaron de nuevo, y así voló lejos de quien consuelo y amor le proporcionó.
En las noches, que se posa a descansar en alguna altitud, recuerda las palabras, que las manos amorosas le hacían sentir: donde está tu tesoro, ahí está tu corazón, donde está tu corazón ahí está tu hogar.
Omar, gracias por pasar por el escrito, efectivamente el ave supó lo que quería. Nelson, reitero mi agradecimiento por regalarme su tiempo, y tan elocuente comentario.
Manuel, Dharma, Medusa: Gracias por tan gratas palabras para El ave, ojalá que siempre recuerde la senda de regreso a su hogar... creo que es un buen modo de iniciar en el portal. Son Ustedes muy buenos, de nueva cuenta gracias. Adriana
Querida amiga, cuantas veces se nos rompen las alas, los sueños y el alma, pero siempre encontramos una mano amiga que nos ayuda emprender el vuelo nuevamente. Hermoso escrito. Un beso y aqui estoy
Cuántas veces soñamos demasiado altos y no hemos tenido, como tu ave, alguien que nos acunara... Lo que pasa es que el ave fue más astuta y lo propició.. Eres tremenda cuando te pones a reflexionar. Tremenda.
Un beso, A,
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