I. EL TITIRITERO
Justo ahora me dedico a pensar, con la conciencia tranquila, me dedico a pensar, a repasar, a olvidar.
A buscar escapes o salidas alternativas al laberinto que yo mismo cree. En ocasiones no entiendo como pude ser capaz de inventar toda esa patraña, aniquile una incipiente ilusión, y mírame ahora aquí, haciendo una vez más de las mías. ¿Alguna vez seré castigado por carecer de alma y conciencia? O quizá sencillamente ¿en el daño está mi recompensa?
Si lo merecías o no, me da igual, porque lo hecho…hecho está.
Historias van e historias vienen, yo no soy culpable, sólo soy el titiritero, ellos y sobre todo tú, han sido mis muñecos, los que se ponen en mis manos.
Yo sólo muevo los hilos, si se desgarran, si se desangran es porque así lo permitieron al ponerse a mi alcance.
Además, ¿qué mal puede causar un ser como yo?. Soy totalmente inofensivo ¿o no?
Guardame la respuesta para otra vida. Al fin que ya te exprimí hasta dejarte seca, y aún siendo tan obstinada, ya no te necesito mi dulce muñeca.
II. CONFESIÓN
Ya resta poco tiempo, no sé si haya mucho o nada que decir.
Por qué al nacer, Dios no nos provee de un manual, sino con instrucciones precisas cuando menos con algún norte, de lo que habremos de hacer en tal o cual circunstancia.
No he sido una buena persona, me acuso de ser intolerante, intratable, de engañar, de burlar la ingenuidad ajena; de utilizar artimañas cobardemente, de convertirme en innumerables ocasiones en una aparente marioneta sin voluntad ante hechos fortuitos que me resultaron satisfactorios.
Yo confieso. Confieso que conozco el infierno, que lo he visitado varias veces y que lo he disfrutado en exceso; que he desviado la mirada cuando no me era conveniente; que jamás entendí el sentido de la honestidad.
Siempre fue más sencillo simular que ser consciente. Jugué, traicione, para satisfacer mi ego, que ha sido muy grande en toda mi vida.
Ahora mismo, ya no hay tiempo, más que confesar lo ruin que he sido.
Sólo esperar la detonación en mi frente.
El frío cañón que no engaña.
No se trata de un verdugo.
Se llama justicia.