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La Beca VI
Quinto año (11mo grado)

No recuerdo si comenté que salíamos de pase a la casa todos los fines de semana. Uno el transporte lo garantizaba la escuela y el otro era responsabilidad de nosotros o mejor dicho, de nuestros padres, que alquilaban un camión con asientos en la parte posterior y allí nos agrupábamos los estudiantes de 10,11 y 12 de mí pueblo. La escuela ponía dos guaguas (ómnibus). Lo mismo en el camión que en las guaguas disfrutábamos muchísimo el viaje que se pasaba de la hora; nos hacíamos maldades, cantábamos, terminábamos los cuentos de la fiesta de la noche anterior, en fin era muy sabroso, aunque a veces ocurrían cosas no tan agradables; por ejemplo, en una oportunidad, en el camión, cuando varios gesticulábamos para contar cómo bailamos en la fiesta, el chofer tuvo que frenar bruscamente (no recuerdo por qué) y se rompieron algunos asientos, también las costuras de las blusas de las muchachas (que las usaban muy apretadas), cedieron; pero para mí lo fundamental es que mi maletín se trabó con unos hierros y se hizo trizas. A partir de ese momento comencé a llevar mis cosas en una bolsita verde que hizo mi mamá y creeeo que todavía está por algún closet de mi casa.

Este curso sucedió una cosa interesante; yo compartía (desde 7mo grado) la mesa de estudio con Juan Pérez (ya lo conocen); era una mesa de dos plazas con la posibilidad de guardar allí los libros y libretas que utilizábamos, todos los estudiantes lo hacíamos para no tener que cargar con ellos desde el albergue diariamente. El aula se quedaba cerrada después que salíamos del autoestudio nocturno, pero una tarde cuando Juan Pérez y yo nos sentamos en nuestro sitio, la mesa estaba vacía (ni un libro ni una libreta) sólo a nosotros dos, nos lo llevaron todo; se investigó, se analizó entre los alumnos, pero no apareció nada, eso nos hizo pensar que teníamos enemigos dentro del aula, o en el albergue y ya un poco más íntimo entre los estudiantes del curso, retamos al que había sido a que diera el paso al frente, César Pérez, Orlando y varios más estaban con nosotros, pero sólo la figura de César imponía respeto por su estatura y corpulencia, además practicaba judo; en fin nunca supimos quién lo hizo y ahora no recuerdo si tuvimos que pagar los libros o no.
Con el grupo de los sagueros hizo muy buenas migas un alumno de Caibarién que se llama Ernesto Guevara y con él ocurrió una situación interesante. En una de las escapadas que les comenté hacíamos o tal vez no estábamos en fuga pero sí en lugar equivocado, nos sorprendió un profesor del Consejo de Dirección de la escuela y comenzó a preguntarnos los nombres para tomar la medida disciplinaria, éramos unos cuántos y no hubo otro remedio: Juan Pérez, César Pérez, Miguel Pérez, Heriberto Pérez, ya con la cara un poco roja, me imagino que pensando que le tomábamos el pelo, el profesor escuchó: Ernesto Guevara y ahí montó en cólera, bastante trabajo le costó entender que esos eran los verdaderos nombres, aún hoy no sé si habrá creído, pero era la verdad.
En este curso mi ajedrez fue decayendo, ya que no había un entrenador diario y tuve que comenzar a ir al las actividades agrícolas ("escaldear” yuca, chapear terrenos sembrados, guataquear plátano, etc.), en realidad no la pasábamos mal, pero era incómodo salir bien temprano a esas labores, a veces había un guía de campo que nos guiaba el trabajo, pero en otras ocasiones éramos nosotros solos y entonces comenzaban los cuentos y las bromas. En mi aula habían dos o tres muchachitas que no eran muy dadas a esas bromas, en ningún lugar, sólo les interesaba el estudio, las llamábamos "las mechás”, una era Isis Piedra (la más mechá de todas) y una mañana que "guataqueábamos” plátano amenazó con decir en la dirección que no trabajábamos, entonces Juan Pérez la amenazó con darle un batacazo y ella lo agredió de palabra y allá fue el guatacazo de JP; todos nos quedamos paralizados, porque comenzó a salir una línea roja de sangre desde una hoja de la mata que cubría el pie de la muchacha y esta empezó a gritar y JP a decir que él no había querido; estábamos en el medio de un platanal y entonces entre Félix Ruiz(una que ahora es médico) y yo la cargamos y corrimos para la cuneta. No recuerdo ahora cómo llegó Isis a la escuela, pero sí recuerdo que el que ni llegaba era JP, que se apareció ya de noche con la bota cortada de Isis y preguntando qué había pasado; logramos darle una vuelta a todo y quedó como un accidente, incluso Isis confirmó la teoría.
Otro accidente del curso fue protagonizado por Tamara, Maritere y otra más que no recuerdo, que se subieron en le falso techo del teatro para escuchar lo que se hablaba en una reunión de profesores y Tamara cayó delante de la tribuna, no hubo fracturas, pero sí sanciones.

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Total de comentarios: 2
2 Estela  
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qué lindas son tus historia, con sus "costados" duros, tiernos, encantadores, risueños, cariñosos... me encanta leerlas

Besos


1 CELESTE  
0
Me encantan estos relatos de la Beca, es acercarnos un poquitin a tu historia de vida, que bueno,
ademas de divertidos y bien contados, un abrazo Celestisimo

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