Todavía me siento, madre mía,
sorprendida por lo rápido que fue...
Apenas me di cuenta de que te perdía
cuando vi en tu rostro la vida que no es.
Miré tu cuerpo y te desconocí...
No parecías tú, madre querida.
Te toqué y el frío que sentí
me hizo entender de tu rápida partida.
Aún te busco y te extraño, cada día.
Los recuerdos me acunan y desvelan.
Cierro los ojos, y tu rostro, madre mía,
sonriente y amoroso me consuela.
Ma Ingrid