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Inicio » 2010 » Septiembre » 3 » MIL NOVECIENTOS CUARENTA Y TANTOS...
10:53 AM
MIL NOVECIENTOS CUARENTA Y TANTOS...
MIL NOVECIENTOS CUARENTA Y TANTOS …

Así, como el agua del río pasa sin detenerse, igual pasan los días…..y los años.
En un instante nos damos cuenta que estamos sobre una cúpula de recuerdos, encima
del pasado, que es nuestra vida.
Una vida que como la de todos tiene múltiples matices , desde los más fríos a los más
cálidos.
Como ustedes imaginan ya estoy entrado en años y puedo contar muchas cosas.
Puedo informarles de las diferencias entre la vida de antes y la de ahora, que son
muchas, pero en esta circunstancia prefiero referirme a una anécdota que rasgando los
telones del tiempo llegó de golpe hasta mi junto con la proximidad de las
carnestolendas.
Sucedió en un poblado del interior por el año mil novecientos cuarenta y tantos.
Con ansiedad se esperaba el inicio del Carnaval.
La modista confeccionaba costosos disfraces para las damas más pudientes, mientras las
jóvenes modestas elaboraban, con sus propias manos, los vestidos soñados que vestirían
deslumbrantes en el baile de la primera noche.
Los comercios ofrecían en sus vidrieras bolsas de papel picado, rollos de coloreadas
serpentinas y ridículas máscaras que causaban risa o espanto, que eran utilizadas por
los asistentes a las fiestas para tener en secreto la identidad.
La Intendencia mandó ataviar con telas y flores un carro de cuatro ruedas, tirado por un percherón, para el Marqués de las Cabriolas que, todo vestido de rojo, daría inicio al cortejo en la plaza principal.
Culminados los festejos callejeros, el club Social sería como siempre el lugar donde los
amantes de la música y la danza, seguirían con alegría y alborozo la celebración.
Para tal evento, muchos días antes, la Comisión Directiva había encomendado la
ornamentación de la sala de fiestas de modo de presentarla con motivos relativos a la
ocasión.
Fue elegido con esa finalidad un vecino llamado Bugeón que era reconocido
por su buen gusto, dotes artísticas y mal carácter.
Haciendo gala de su laboriosidad, el artista creó adornos propios de su particular
ingenio: máscaras de dimensiones especiales, extensas cintas de colores que pendían de
los centros luminosos hasta la altura suficiente como para acariciar las cabezas de los
bailarines.
Pero su obra perfecta la ubicó encima del escenario donde la orquesta de
González Marota daría comienzo a la velada interpretando, como siempre, el fox-trot
"Amor en Budapest”. Sobre el lado derecho, despertando encontrados sentimientos de
belleza y compasión, ubicó dos muñecos, representando la escena de los personajes de
Pierrot siempre rechazado por la frívola Colombina. En el otro extremo, observando
interesado los acontecimientos, Arlequín con su mascarilla negra, traje a rombos y sable
de madera, introducía el detalle de una alta manifestación artística.
Todo había quedado planificado y preparado para el éxito.
¡¡¡ Por fin llegó el esperado arribo del Carnaval !!!.
La retreta fue sustituída por el desfile. Entre las risas, vocerío y la estridente música que
con interferencias emitían los parlantes, el Marqués de las Cabriolas brillaba sobre su
carro seguido a distancia por la reluciente soberana transportada en una carroza real.
Luego se formalizó el corso, donde los concurrentes se lanzaban perfumes, papelitos y
serpentinas, entre insinuantes miradas que escondían, quien sabe, que futuras promesas.
A la hora una del nuevo día las familias acompañando a las jóvenes y los mozos del lugar concurrieron a la obligada cita en el club Social.
A medida que iban llegando se escuchaban las exclamaciones de asombro provocadas
por la belleza del decorado.
La pista de baile estaba rodeada por las mesas donde se ubicaban las familias con las
jóvenes, mientras a un constado los varones en conjunto observaban y luego con una
inclinación de cabeza cada uno invitaba a su elegida para la danza. La orquesta ataviada con sus trajes azules y corbatas rojas subió al escenario y luego de una breve ceremonia de salutación comenzó a interpretar su repertorio.
Rápidamente se colmó la pista de baile y se veía como los bailarines disfrutaban de la
danza y de las lisonjas que las cintas pendientes de las luces proporcionaban a sus
cabellos.
Pero el Carnaval que ofrece sorpresas y episodios insólitos, no podía en la ocasión dejar
de cumplir con la regla. Cuando los músicos en el mayor momento de inspiración interpretaban el vals "Desde el alma” y las parejas parecían soñar en brazos de sus acompañantes, emergió Bugeón con un hacha sobre el escenario, y pleno de bríos, en un instante, convirtió en añicos lo que tantas horas había tardado en construir.
Había sucedido lo de costumbre, el dinero destinado por la Directiva para remunerar su
arte, había desaparecido antes de llegar a sus manos.
Después del inusitado espectáculo, donde la orquesta no interrumpió para nada su
música, la fiesta continuó sobre la desprendida cabeza de Colombina, las lágrimas de
Pierrot y la pisoteada máscara de Arlequín, pero con aquella rara sensación de extrañeza
donde ya nada fue igual.

Visiones: 753 | Ha añadido: Nelson | Ranking: 0.0/0
Total de comentarios: 2
2 Estela  
0
Excelente! la situación de que "desaparece" en el camino...qué reconocible resulta... absolutamente reconocible

Besos


1 Dadodebaja4  
0
Me ha agradado mucho el modo en el que vas narrando la historia, tiene un buen desarrollo, y el inicio con respecto al significado del tiempo, y de las cosas por las que se van pasando por fortuna o por desgracia...un gusto, leerte Nelson. smile

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