Me pedía que no llore y yo no lo pude hacer. ¡Que cambiara ya la cara, si al final lo que ocurría no ameritaba la pena que “tontamente” sentía! La seriedad de su rostro indicaba su disgusto… ¡Qué distintos sentimientos los suyos y los míos!... Además de la tristeza, me sentí muy, pero muy sola… Mientras, entre mis manos, sangrando… se enfriaba, el cuerpito del “cantor” que en los vidrios se estrellara…
Ma. Ingrid… 2010
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