Con los ojos cerrados y brazos abiertos,
sonrío feliz bajo suave caricia
del sol, tan bonito al dejar el invierno.
Respiro hondo y me lleno de fuerzas;
lejos quedó, lo que en un momento,
me parecieron feroces heridas.
No fue así. Hoy lo veo tan claro…
Con los brazos alzados, siento que a la Vida
la tomo y disfruto en gratísimo abrazo.
¡Qué gusto! ¡Cuán bueno sentirme tan viva!
Ya no más flaquezas, ya no más temores.
Aún con errores… estoy aprendiendo…
y al final, ¡qué dicha!... me vuelve la risa.
Ma. Ingrid