TAL VEZ. Mar sin nombre y sin orillas, soñé con un mar inmenso, que era infinito y arcano como el espacio y los tiempos. ................................................ UNICO POEMA. María E. Vaz Ferreira María Eugenia soñó con un mar inmenso, infinito y arcano como el espacio y los tiempos. Echó a volar buscando lo inalcanzable, lo que está por encima del ser humano. Quizás lo irracional o lo sobrenatural que ignora el espacio y vive fuera del tiempo: la Eternidad. Diría que soñó con el origen. Cuando no existía el hombre. Ni el espacio, ni el tiempo: que son producto del pensamiento. El transcurrir donde el azul de la sustancia se extendía sin límites. La perpetua era en que, según los griegos, lo único que existía y existiría por siempre, era la materia. Por eso quienes recibieron la herencia dijeron que el universo no tuvo inicio, ni nunca fue creado. Otros nos remontan a una gran explosión provocada por el “Creador”, quien opera más allá de los límites de las dimensiones del universo. Dios no es el universo en si y Dios no queda contenido dentro del universo. Otros hablan de otras cosas. Como de la existencia a partir de la nada. Acaso María Eugenia ¿ soñó con la nada? Mas allá de la vida nada más extenso y perdurable que el vacío eterno. La soledad de la inexistencia. La muerte en su plenitud. ¿Qué incomprensible poder fue capaz de vencer ese desértico estado, para originar el ambiente donde pudiera desarrollarse la madre naturaleza? ¿Un cielo para que las estrellas no solo se alejen y acerquen de la Tierra sino también entre sí? ¿Un gran orbe en expansión y reducción? ¿Una gran masa que aspire y exhale en el infinito? Un planeta dentro del sistema solar donde algunos seres temporales añoren un bien incorporal pero disfrutable: la felicidad. ¿Es el sueño de María Eugenia la expresión de un deseo de felicidad? Esta, que sin poder encontrar, es el bien mas buscado por la humanidad a través de las sucesivas generaciones, queda identificada con el fantaseado mar. Ese mar que va y viene, que constantemente cambia de color y que a veces nos asombra por las noches, con las fosforencias espumosas con que riega las orillas. Celeste o gris según la presencia del amo, y negro o plateado cuando entre las nubes se asoma la reina de la noche. Gigante majestuoso cuya total percepción es imposible para el hombre. Ente en todo tiempo cambiante, que vive alternando su vestimenta para maravillarnos o llenarnos de espanto. El hijo del Universo tan idéntico a su padre. Anhelo de felicidad, un sentimiento que cuando amaga surgir desaparece al instante. Que nace muriendo como las ondas marinas. Que cuando se hace perceptible y deleitable hace gala de su vertiginosa fugacidad. Que llega a ser el más codiciado arcano del individuo. Pero si el tiempo es cambio desde el origen, si la muerte es evolución para volver a Ser, transformado: ¿cómo aferrar la felicidad que como nosotros es una partícula del todo? Siempre movible, siempre diferente. Como el mar sin nombre y sin orillas. Me asusta reconocer que soy solo un producto de la transformación. Nacer y morir para metamorfosear. Como la materia que vive y muere al instante, nuestra efímera vida se ve sumergida dentro de la persistente transmutación. Acaso la felicidad subsistente ¿es sólo una utopía? Tal vez lo lleguemos a saber, cuando en la muerte, alcancemos el oculto reino de la universalidad. Tal vez María Eugenia lo ha comprobado ya. Tal vez....... Nelson 2006
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