Vivir de recuerdos, sería bueno, ya que ahora ni eso puedo ni eso tengo. No sé si es tan doloroso, aunque si así fuese, es lacerar una y otra vez mis sentimientos, y vivir en un mundo imaginario, negándome la posibilidad de una realidad en la cual no estás físicamente pero si me acompañas constantemente. Sé que siempre deseaste lo mejor para mí, sé anhelabas cosas buenas para mi. A veces creo que todo fue un bello sueño, un bello sueño que se matizó con mucho dolor de una historia que siento que ocurrió muchos años atrás, pero es reciente, y fracturo mi tiempo. De nada sirve mi capacidad de conmoverte, no lo pude lograr más. Las sensaciones que guardo son tan lejanas y tan próximas a la vez. Siglos que se convierten en todo y nada. El ruido de tus huidizos pies guardado como un eco de lo que quise que fuera y ya no será. Jamás desee perfección, eso seria absolutamente irrisorio. Pero en ti, encontré todo: fuego aire, tierra y agua. Todo que se convirtió en nada. Finalmente como seria posible atrapar una bocanada o una ráfaga de viento. Cómo detener el vaivén y el flujo contante del indómito mar. Cómo conservar el ardor crepitante del fuego abrazador. Cómo decir y sentir que tú te pudieses reducir a un puñado de tierra, siendo tan vasta, interminable y lejana. Nada que llena todo. Me siento como un simple mortal, atrapado por la inocencia de una Diosa que jamás conoció sus dones, eso quizá te hizo más poderosa, con tu sencillez y humildad, me brindaste el edén. Que absurda pretensión la mía, desear perpetuar los momentos de gozo, y sin las múltiples tragedias de la vida no seriamos capaces de valorar lo sublime que en ocasiones se nos brindan. Como un caudaloso río que destruye todo a tu paso, así mismo el infortunio tomo su sitio en este melodrama. Me quedé de pronto sin fuego que me brinde luz y calor, sin agua que humedezca y refresque mis días, sin viento que arrase los nubarrones del temporal, sin tierra que me brinde seguridad. Soy sólo un guiñapo que es movido por las circunstancias. Un ser sin alma, me ha dejado desprotegido: ni un aroma, ni un ruido, ni una caricia, ni una escena para repetirla constantemente ni su sabor en mis labios me acompaña ya. Vacíos que se llenan con recuerdos que se vuelven nada en si mismos. El yugo cruel de la ausencia a la que la sometí, si, ahora lo sé, y lo puedo asumir, pero de que sirve, si finalmente ya no está, sólo la busqué cuando me sentía hastiado de la rutina, de la desesperanza diaria, cuando mi mundo ideal no lo era tanto, pero cuando las aguas en apariencia volvían a su cauce no llegaba a ser ni un artículo para adornar. Ahora que no estará nunca más, lo he entendido.
|